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Andrés Sampedro da una ponencia magistral sobre las persecuciones de los cristianos en el mundo romano

Cultura y ocio |

El autor de ‘Pilato, el prefecto de Judea’ ha respondido a tres preguntas en su argumentario: por qué la civilización romana persiguió el cristianismo, cómo persiguieron los romanos a las primitivas comunidades cristianas y cuándo. Una conferencia que ha ahondado en fuentes romanas y cristinas desde el año 64 d.C al 312 d.C.

Una de las novedades de esta edición de Estación de las Letras es el Ciclo de Literatura Religiosa que, junto a la parroquia San José, ofrece al público tres encuentros con autores como Antonio Puente Mayor, Andrés Sampedro y Susana Herrero. Tras la presentación de Puente Mayor le ha tocado el turno a Andrés Sampedro, autor de ‘Pilato, el prefecto de Judea’ y del ensayo ‘En nombre del pueblo romano’ que ha dado la ponencia ‘Los proscritos de Roma. Las persecuciones contra los cristianos en el mundo romano’.

Acompañando a Sampedro ha estado la I Teniente de Alcalde y Delegada de Cultura, Raquel Vega, que ha destacado que esta parada de Estación de las Letras es “muy especial” ya que la parroquia se ha sumado a este pacto por la cultura que tiene La Rinconada. Sobre Sampedro ha señalado que “no deja de descubrirnos en sus investigaciones rigurosas una parte de la historia que le apasiona y lo hace coordinando este ciclo de literatura religiosa en la Feria del Libro de la mano de Alberto Mediavilla”.

También ha estado el párroco Mediavilla y el periodista Cristóbal Cervantes que ha sido el encargado de presentar al autor y de dirigir el encuentro. Acompañando a esta ponencia, el trabajo artístico de Belleda López que ha sido expuesta en la iglesia como complemento a este encuentro.

Andrés Sampedro ha iniciado su discurso poniendo al público en situación: “Asisten ustedes a una reunión prohibida, estamos perseguidos, nos convertimos en los proscritos de Roma. Hace un año, en esta misma basílica, reconstruimos un juicio romano que cambió el mundo, y el ambiente era de puertas abiertas, luminosidad para presenciar una audiencia publica, lo que se juzgó en esa Judea del 33 d.C. se ha expandido por el imperio y han surgido comunidades que entrañan un peligro para el imperio romano y esto debe hacerse a puertas cerradas, lo que digamos puede conducir a que el procónsul nos lleve al tribunal, nos torture y exija la confesión”.

El escritor se ha hecho tres preguntas: ¿por qué la civilización romana, esencialmente sincrética, hizo una excepción con el cristianismo?; ¿cómo persiguieron los romanos a las primitivas comunidades cristianas?; ¿cuándo se produjeron esas persecuciones? Y ha añadido una cuarta ¿cómo vivían esos cristianos? 

¿Por qué la civilización romana, esencialmente sincrética, hizo una excepción con el cristianismo?
Sampedro ha señalado que Roma permitía el culto a diferentes creencias. Pero hay que partir de cómo entendían los romanos la religión, y es que religión y política están esencialmente unidos, no se pueden entender lo uno sin lo otro. “Existía en Roma el colegio de los hombres que hacen sacrificios, viri sacris faciundis, que entre sus funciones estaban estudiar los cultos extranjeros y decidir si eran o no peligrosos para el estado. Algunos historiadores aducen que como los cristianos no participaban del culto público, se alejaban, eran considerados como un grupúsculo que quiere un estado dentro de otro estado”. Así el ponente ha especificado que a Roma no le interesaba el contenido del culto, le preocupaban las formas.

“Como el pueblo romano es un cuerpo político y una comunidad religiosa, había un segundo motivo que afectaba a las clases populares, a los romanos le preocupaba no solo la paz para proteger las fronteras, sino también la pax deorum, la paz de los dioses”. Así se realizan sacrificios en los que participaba toda la comunidad. “Los cristianos no pueden adorar a los ídolos, pero no niegan la existencia de los dioses romanos, ellos parten de la filosofía platónica y los dioses son los daemones, inmortales pero caprichosos. Esto lo percibe el pueblo como que los dioses se enfadarán con toda la comunidad”. Asimismo, hay un tercer elemento que es el culto imperial, inaugurado por Augusto que los cristianos rechazaban y, por último “la flagitia, muchas acusaciones contra los cristianos era que hacían cosas reprobables, cosas extrañas, pero no hay documentos que lo expliquen. Tenemos documentos cristianos que explican de qué cosas se les acusaban: banquetes con orgías, comer niños o beber sangre”.

Esa rumorología hizo por ejemplo que en el siglo IId.C con la peste antonina que causaba más de 300 muertes diarias, el pueblo pensase que era culpa de los seguidores del Nazareno. “Atendiendo al argumento jurídico el primero que habla de acusación per nomen christianum fue Ignacio de Antioquía que sufrió martirio y escribió siete cartas en las que mencionaba que se le acusó por ser cristiano”. “Esto implica —ha referido Andrés Sampedro— acusar por ser seguidor de alguien que ha sido sentenciado por rebelión contra Roma y, por tanto, eres un rebelde, el delito de sedición. De ese modo, Roma, que era una sociedad tolerante que no se inmiscuía en el motivo del culto, decidiera que el cristianismo era un mensaje peligroso”.

¿Cómo articulamos la acusación, la persecución? 
“No tenemos fuentes romanas que nos hablen de ello. Disponemos de una carta que escribe Plinio el Joven a Trajano que explica cómo veía la autoridad romana a los cristianos y cómo vivían esas comunidades cristianas. Trajano decide darle a Plinio Vitinia, al norte del mar Negro, una provincia rural. En calidad de gobernador le presentan denuncias de que en su provincia hay cristianos y Plinio, como cualquier romano, escribe una carta a Trajano pidiéndole instrucciones. La respuesta que daba el emperador tiene fuerza de ley y vale para aplicarla en todo el imperio. En su carta, Plinio decía que no hallaba que fuesen peligrosos para el estado. Trabajo respondió que no se podía dictar una ley general para casos particulares, si las denuncias son anónimas y falsas, preocúpate de que no sean falsas, no persigas de oficio a los cristianos. La respuesta de Trajano, se ha dicho que parece ambigua, pero también dice que si hubiera delito en ellos los castigue”, ha contado Sampedro.

El autor cristiano Tertuliano habla de que en tiempos de Nerón se promulgó lo que llamó institutum neronianum, que no se derogó tras Nerón. Otros historiadores han dicho que las persecuciones romanas hasta el año 250 pertenecían al arbitrio del gobernador de turno. Los historiadores están convencidos que la base legal que fundamentaba la persecución de los cristianos era el delito de lesa majestad contra el pueblo romano. “Ser cristiano es ser seguidor de un hombre que fue condenado por Roma por rebelión”. 

Otras fuentes de las que ha hablado el ponente han sido las actas judiciales de los mártires cristianos, la primera de Policarpo de Esmirna en el año 156d.C. Casi 150 actas que tienen el inconveniente, según el autor, de ser documentos muy modificados durante la Edad Media. De esa gran cantidad de actas se presuponen que tienen base real 13 de ellas. 

Ha referido Andrés Sampedro el uso de la tortura para obligar a los cristianos a cometer apostasía, “lo dice el propio Tertuliano en sus escritos: vosotros que utilizáis la tortura para que mintamos”.

Una vez emitido el veredicto llegaba la condena. “En el derecho romano existían cuatro tipos de condenas, los suplicios máximos, que eran la crucifixión, la cremación, la condena a las bestias, y una abominable que no se usó con los cristianos, que era meter en un saco a una persona con un gallo, un perro y una serpiente y tirarlo al río. La decapitación solo se usaba para los ciudadanos romanos porque era una muerte mucho más rápida. De los 13 testimonio martiriales que tenemos solo a cuatro se les condena a las bestias, la mayoría eran condenas por decapitación porque eran ciudadanos romanos”.

¿Cuándo se produjeron las persecuciones?
Hasta el año 250 hubo persecuciones locales y aisladas. Pablo de Orosio habla de diez. “La primera durante el gobierno de Claudio. Cuenta Suetonio, que hubo en la ciudad ciertos alborotos en la comunidad judía de seguidores de un tal Cresto y Claudio expulsa a toda la comunidad judía de Roma, son los años cincuenta del siglo I y los romanos no diferenciaban a judaísmo de cristianismo en esa época”.

La gran persecución empezó el 18 de julio del año 64. “Roma entera arde, se produce un incendio que dura días, de los 14 barrios de Roma se incendiaron 10. Tácito nos cuenta que como comenzaba entre el pueblo el rumor de que había sido Nerón quien incendió la ciudad, éste utilizó como chivo expiatorio a los cristianos y los acusaba no sólo del incendio, sino de todos los crímenes del género humano. Esa primera persecución se circunscribió a Roma y alrededores. Ahí empiezan las persecuciones y empiezan las connotaciones negativas”.

Otro episodio llamativo que ha contado el escritor es en el año 177 con los famosos mártires de Lyon, “fue el pueblo entero el que persiguió a la comunidad cristiana, murieron 38 personas en el anfiteatro”.

“No hubo una persecución sistémica o homogénea hasta el año 250. Hubo hasta el 313 tres persecuciones generales: la de Decio, la de Valeriano y la de Diocleciano”, ha narrado.

La conocida como Gran Persecución fue en el 303 en tiempos de Diocleciano, emitieron cuatro leyes de obligado cumplimiento. Un primer edicto el 24 de febrero que ordenó destruir iglesias y libros sagrados; un segundo que recrudeció la persecución y en los mismos tribunales había altares, eran juicios sumarios; en el tercer edicto las cárceles estaban tan llenas que tuvieron que liberar a presos y el cuarto edicto, en el 304, que perseguía todo y el denunciante se reservaba una parte de los bienes del denunciado.

“Hasta el 311 duraron estas persecuciones. Muerto Diocleciano, el propio Galerio emite un edicto diciendo que reconoce la religión cristiana y no será hasta dos años más tarde, en el 313, con Constantino y el famoso edicto de Milán, cuando se legalice el cristianismo”, ha apuntado Sampedro.

Para finalizar ha explicado, en relación a la muestra que complementaba la ponencia con los trabajos desarrollado por Belleda López y expuestos en la iglesia, que las comunidades cristianas “tenían la necesidad de comunicarse, pero al ser perseguidos acudieron a iconos e imágenes”. Como el pez, el buen pastor, el crismón o el ancla. “Símbolos que inundaron las catacumbas, un lenguaje secreto para una comunidad perseguida y que llegado el 313 cambió la historia de la humanidad”.

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