La escritora, recientemente galardonada con el Premio Andalucía de la Crítica por ‘Alcaravea’, presentó su último libro a los alumnos del IES Antonio de Ulloa
“De una belleza insoportable” tildó El País el tercer libro de Irene Reyes-Noguerol. Contrariamente, el encuentro de la autora con los alumnos del IES Antonio de Ulloa fue no solo soportable, sino bello, dulce y, sobre todo, enriquecedor, con el relato de una experta en este género, que se abrió generosamente para exponer – a pesar de su timidez – tanto su vida personal como profesional. En su hábitat natural, con sencillez y naturalidad a pesar de la grandeza que su obra y el reconocimiento cosechado le confiere, regaló el amor por la literatura que desde pequeña con tanto amor le enseñaron.
Con aplomo y rotundidad de profesora y escritora, pero a la vez con la timidez y la inseguridad que la definen y que reconoció sin pudor, después de finalizar sus clases en el instituto de Carmona en el que trabaja compartió con el alumnado integrante del club de lectura del centro tanto su vida como su obra. ‘Alcaravea’, el tercer libro de la escritora, motivó el encuentro. Título que la ha hecho merecedora del Premio Andalucía de la Crítica en su edición de 2025, el galardón otorgado por la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios.
La delegada de Cultura, Raquel Vega, hizo un símil de la literatura como “medicina”, enlazando con la planta a la que alude el título. También con ese componente “beneficioso para la salud” que tiene la lectura, “sobre todo cuando nos gusta y nos apasiona lo que leemos”. Aprovechó igualmente la introducción para otorgar a la autora el rol de “embajadora” para “plantar semillas”, uno de los grandes objetivos de esta Estación con los nuevos públicos.
Amor por la literatura desde la infancia
Irene Reyes-Noguerol es la continuadora de una saga de profesores de instituto, que creció “en una casa llena de libros”. Sobre todo con su madre tuvo sencillo acercarse a la lectura y “entender la literatura no como algo pesado, aburrido y tedioso”, sino como algo “que nos hace libres”.
Era precisamente su madre “la cuentacuentos de la familia”, a la que ella reclamaba una y otra vez nuevas historias. De ahí que considere que “siempre he estado tan enamorada de la literatura porque me la enseñaron muy bien desde que era muy niña”. En su infancia está la germen de la pasión por lo que hace, ya que “la literatura tiene que ver mucho con el cariño y con las personas que nos la han enseñado”.
Hasta 1º de ESO no se atrevió a escribir, y lo hizo para un concurso convocado en su instituto. Fue la catarsis necesaria para sacar lo que acumulaba dentro – situaciones adversas en la familia, acoso escolar (que acabaría persiguiéndola hasta la universidad), incapacidad para establecer relaciones por su timidez –. “Tenía una necesidad de expresar lo que estaba sintiendo y no había dicho durante muchos años”, y la escritura, en ese primer concurso, fue la explosión necesaria para darle salida. Primero de muchos, ayudada por su madre, tras el éxito en este primero continuó presentándose a concursos, que le sirvieron para coger tablas, pero también para asumir que no siempre se gana o disfrutar con la validación de los demás.
Continuando su línea temporal, habló de ‘Caleidoscopio’, su primer libro, con cuentos y relatos cortos sobre “temas sociales como el acoso, la marginación, el rechazo, los problemas sociales, los trastornos de conducta alimentaria”. Continuó con ‘De Homero y otros dioses’, con el que llevó la mitología – algo que sentía “íntimo y propio” pero que en general nadie veía “con conexión con lo que somos hoy en día” – a la actualidad. Relacionó en sus página situaciones del día a día con los sentimientos de personajes clásicos. “El ser humano ha sido así desde el principio. Lo que dejó escrito Homero sigue teniendo la misma actualidad”.
La literatura como liberación
Y de ahí a ‘Alcaravea’, planta muy cercana por las nanas que le contaba su madre – de nuevo el papel materno en su literatura –, que “tiene un sabor al mismo tiempo amargo y dulce”, que es “como la vida misma, con partes más luminosas y partes más oscuras”. Con la intención de mostrar esa dualidad “que no es tan extrema y se va mezclando”, es también un “homenaje a las personas que nos han hecho entrar en el mundo de la literatura”.
Tras explicar cómo fue “enamorándose de la literatura”, dio el turno de palabras a los estudiantes. Nadie preguntó por lo que gana como escritora, pero sí por la labor de escritora, la inspiración, los proyectos. Y de nuevo se abrió para expresar la “sensación de extrañamiento” al escribir; del buylling y cómo puede minar los sueños de la persona. De que, por ello, “escribir para mí siempre fue una fuente de liberación”; de la literatura como “intento de liberación a través de la palabra” y de que escribir “es una estrategia de defensa por la capacidad que tiene para liberarnos”.
De gran belleza, soportable hasta perder la noción del tiempo, fue esta presentación. Desde la dulzura de una voz en mayúsculas de la narrativa actual, con la contundencia de una experiencia vital guiada por la literatura, Irene Reyes-Noguerol llegó y sembró. Alcaraveas medicinales y sanadoras, pero, también y sobre todo, pasión por la literatura en tiempos tan necesitados de la cordura y la libertad que los libros confieren.