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“Las novelas son simulacros que nos permiten tener el entrenamiento necesario para afrontar las cosas"

Cultura y patrimonio |

El escritor Pablo Gutiérrez inauguró el Ciclo de Literatura Juvenil de ‘Estación de las Letras’ conversando con los alumnos del Carmen Laffón sobre las herramientas para afrontar la vida que proporciona la literatura y de la concepción de esta como un superorganismo necesario para el ser humano

“Leer nos hace mejores, nos prepara para los reveses”. Pero leer no es obligatorio, no es una recomendación médica como “comer verduras y hacer deporte”. “La lectura es otra cosa. Es un ejercicio de rebelión”, además de una herramienta necesaria. Así, con aires de “sermón” no pretendido, lo afirmó Pablo Gutiérrez para abrir este pasado jueves el Ciclo de Literatura Juvenil de Estación de las Letras en el instituto Carmen Laffón. Convencido de la importancia que tiene para “seres narrativos” como nosotros un “superorganismo” como la literatura.

Periodista, profesor y director de una compañía de teatro juvenil, Pablo Gutiérrez es un escritor avalado por el premio Edebé de narrativa juvenil, pero sobre todo por su ya prolífica producción literaria tanto para jóvenes como para adultos. Con esta carta de presentación, la compañía de Salvador Gutiérrez Solís – escritor y miembro del Consejo de las Letras de La Rinconada –, y una exposición didáctica y llena de referentes de la cultura audiovisual actual, el autor transmitió la importancia de la literatura, especialmente en una edad como la de su público en este acto.

Seres narrativos

Para ello, partió de sus recuerdos infantiles jugando y creando historias, extrapolándolos a la forma de jugar de su hijo y a las de distintas especies animales. “El juego es una estrategia biológica que nos prepara para cuando la vida se nos pone en serio”, resaltó. Porque con esa simulación “se aprende una destreza que luego cuando la vida se ponga en serio se va a necesitar”. Es la “experiencia vicaria” que, como ejemplificó, se aprende a través del juego, de las vivencias que han tenido los hermanos mayores, o “de los personajes de las series que vemos, las novelas que leemos y de las películas que también nos gustan”. Los “sufrimientos y alegrías que padecerán” servirán “de experiencia y simulacro para cuando la vida se pone de verdad”.

Para todo lo que no se aprende, la literatura es la respuesta. Con el ejemplo de afrontar el desamor en unas edades incipientes como las de su público, el autor expuso que “si lees una novela en la que a alguien le rompen el corazón, bien sea por imitación o por rechazo, estás leyendo también un manual de instrucciones”.

Enlazaba así con su afirmación de que los humanos somos seres narrativos. “Las novelas son simulacros que nos permiten tener el entrenamiento necesario para afrontar las cosas”. Las historias acompañan desde siempre. Defendió el autor que son básicas para la supervivencia como especie. Esas historias están en la literatura, en la oral y en la escrita, en la mitología clásica y en la actual, que identificó como los personajes de Marvel. Y en el capitalismo, “que nos nutre de esa narrativa” – a través de las plataformas de contenidos audiovisuales – “pero también se nutre de nosotros”.

Apostillada esta primera afirmación, Gutiérrez continuó hablando sobre los elementos necesarios para escribir una historia, de su “incapacidad” como escritor – “soy un mal constructor de tramas, no me salen bien, no soy capaz de generar suficiente intriga” – así como de sus virtudes en este oficio, como la construcción de personajes, que “son muy veraces y muy parecidos a otras personas con las que puedes haberte encontrado”.

La literatura es un superorganismo

Para articular la segunda idea que quería transmitir en este encuentro, reflexionó desde una cita de José Manuel Caballero Bonald, que decía que “todos los libros se comunican, y probablemente lo hagan de noche”. Una afirmación para corroborar la premisa de que “la literatura es un superorganismo”. Desde un visión mágica “los libros se cuentan las historias entre sí”, y desde una más práctica “todos los libros dependen de todos los libros”, ahondó Gutiérrez.

Lo comparó con las hormigas o las abejas, seres individualizados que a la vez forman parte de algo superior, como un hormiguero o una colmena. Y con su experiencia con su novela ‘El síndrome de Bergerac”, un libro a modo de matrioska rusa, que cuenta una historia que nace de otras historias, que vienen de películas, que nacieron de libros que provenían de una historia anterior, enlazados unos con otros para formar un todo superior. Y ese ente compuesto de otros forma además otro superior, una teoría del superorganismo que es literatura y ante la que – desde esa evidencia – no contó con objeción en su exposición.

“Los lazos invisibles comunican unas historias con otras” siguió expresando. “Me deja tranquilo saber que las novelas que yo escribo no son novelas en sí mismas singulares, que empiezan y terminan, sino que forman parte de una colmena, que habita en bibliotecas como esta y que podéis coger lo que queráis y cuando os apetezca”, terminó aludiendo directamente a su obra y a su público en este acto.

Respondiendo para cerrar el encuentro a las preguntas de los estudiantes del Carmen Laffón, visiblemente encantado de haber sido capaz de transmitir las dos ideas con las que partía en este evento, explicó – enlazando con su alocución – que “yo no intentaría convencer a nadie de que leyera, pero compartiendo que somos seres narrativos, cuando venga la parte dura de la vida no va a tener a lo que agarrarse”. 

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